Por ejemplo:
– Sustituir a una persona por otra cuando sufrimos una ruptura sentimental.
-Sustituir una sustancia por otra cuando intentamos abandonar una adicción.
-Intentar calmar el hambre o la ansiedad con productos milagrosos cuando decidimos comer de manera más saludable y reducir la ingesta excesiva de alimentos.
Existirían toda una suerte de comportamientos “terapéuticos” -nótese este término en su acepción etimológica como relativo a calmar, atender o aliviar- que una determinada persona puede llevar a cabo con la intención última de sentirse bien.
No obstante, los cambios ya sean impuestos o elegidos hacia una vida más edificante conllevan un periodo de vacío, de malestar, de desazón, de tener pensamientos tipo “tanto esfuerzo no merece la pena”, “por qué he de pasarlo mal si la vida ya es bastante dura de por sí”, o incluso de dolor físico. Esta fase o fases podrían ser comparados a los escalones de una escalera por los que hay que subir si queremos llegar a peldaños superiores de mejoramiento personal:
En la vida real no hay atajos, siento decírtelo por si no te habías percatado.
¿Qué es el uroboros?
¿Qué es el uroboros terapéutico?
En mi labor diaria como psicólogo y tras una evaluación de las variables que originan y mantienen los problemas que refieren mis clientes (prefiero este término a pacientes o usuarios) me gusta exponerles la futilidad de ciertas acciones. Se trata de acciones que llevan a cabo y que les lleva una y otra vez a caer en el mismo comportamiento, cronificando (alargando) sus problemas psicológicos. Es un proceso que se retroalimenta, es decir, las conductas de evitación del malestar son reforzadas negativamente pues disminuyen o alivian los eventos privados molestos (recuerdos, pensamientos, sensaciones corporales y sentimientos). Todo esto hará más probable que vuelvan a llevarse a cabo dichas conductas. Pero aquello que se quiere eliminar desaparece temporalmente, cada vez, vuelve antes y con un poco más de intensidad. Se trata de sensaciones “inmortales” o que nunca se extinguen pues, las experimentaremos mientras sigamos vivos.