
A lo largo de nuestras vidas son incontables los momentos y situaciones en las que nos podemos ver atrapados en dinámicas de sustituir a una persona por otra cuando sufrimos una ruptura sentimental, de sustituir una sustancia por otra cuando intentamos abandonar una adicción, o de intentar calmar el hambre o la ansiedad con productos milagrosos cuando decidimos comer de manera más saludable y reducir la ingesta excesiva de alimentos. Existirían toda una suerte de comportamientos “terapéuticos” -nótese este término en su acepción etimológica como relativo a calmar, atender o aliviar- que una determinada persona puede llevar a cabo con la intención última de sentirse bien. No obstante, los cambios ya sean impuestos o elegidos hacia una vida más edificante conllevan inexorablemente un periodo de vacío, de malestar, de desazón, de tener pensamientos tipo “tanto esfuerzo no merece la pena”, “por qué he de pasarlo mal si la vida ya es bastante dura de por sí”, o incluso de dolor físico. Esta fase o fases podrían ser comparados a los escalones de una escalera por los que hay que subir si queremos llegar a peldaños superiores de mejoramiento personal:
En la vida real no hay atajos, siento decírtelo por si no te habías percatado.
Pero antes de hablar de la dependencia emocional y de otros tipos de dependencias me gustaría introducir el símbolo del ouroboros o uroboros para argumentar cómo caemos en la espiral de la evitación y cómo salir de dinámicas iterativas o repetitivas que pueden llevar en última instancia a un vórtice de destrucción vital y que nos aleja de la vida plena que queremos tener.
¿Qué es el uroboros?
El ouroboros es un símbolo de la antigua iconografía egipcia que representa a una serpiente o dragón devorándose a sí mismo por la cola. El mito fue introducido en occidente a través de la cultura mágica griega y se ha utilizado para representar el renacer de las cosas o la fertilidad, pero también para ejemplificar la lucha eterna o el esfuerzo inútil que nunca acaba y que no conduce a ninguna parte.
¿Qué es el uroboros terapéutico?
En mi labor diaria como psicólogo y tras una evaluación de la variables que originan y mantienen los problemas que refieren mis clientes (prefiero este término a pacientes o usuarios) me gusta exponerles la futilidad de ciertas acciones que llevan a cabo y que les lleva una y otra vez a caer en el mismo comportamiento, y además, cómo esto les lleva a cronificar sus problemas psicológicos. Se trata pues de un proceso que se retroalimenta, es decir, las conductas de evitación del malestar son reforzadas negativamente pues disminuyen o alivian los eventos privados molestos (recuerdos, pensamientos, sensaciones corporales y sentimientos) que harán más probable que vuelvan a llevarse a cabo dichas conductas. Pero aquello que se quiere eliminar desaparece temporalmente para cada vez, volver antes y con un poco más de intensidad. Se trata de sensaciones “inmortales” o que nunca se extinguen pues naturalmente, las experimentaremos mientras sigamos vivos.
Por consiguiente, podríamos entender el uroboros terapéutico como aquella estrategia, que he observado en mi práctica clínica, a la que muchas personas recurren bajo el pretexto de no querer estar en contacto con su malestar. Un claro ejemplo se observa en aquellas personas que quieren dejar de fumar, y sustituyen el cigarro por parches de nicotina, y a pesar de todos los intentos (como es natural) las ganas de fumar no acaban de desaparecer, volviendo la mayoría de la veces, equivocadamente, al cigarro. Debido a la inmortalidad y la involuntariedad del deseo de fumar querrán calmar dicho deseo, ansia o craving fumando más cigarros. Pero este hábito tabáquico puede entrar en conflicto con su valor de tener una mejor salud y que vuelvan a plantearse dejar de fumar, eso sí mediando ayuda si no están muy dispuestas a pasar por las desagradables fases de la abstinencia. Será entonces cuando pasen de los parches a los chicles de nicotina, después a la auriculoterapia, el cigarro electrónico, la hipnosis, la comida o incluso al hacer macramé porque a una prima suya le relajaba y le funcionó para dejar de fumar. Sin embargo, el hábito de fumar es muy complejo ya que a los desencadenantes internos (estar agobiado, sentir ansiedad, sentirse mal por una mala noticia, sentirse eufórico en una fiesta o estresado) hay que añadirle los desencadenantes externos (estar tomando una cerveza o café, estar rodeado de amigos que también fuman, etc.). Quiero incidir en que utilizo la palabra desencadenante y no causa, precisamente porque estar estresado en ciertas personas puede favorecer que enciendan un cigarrillo pero nunca será la causa de que fumen pues las personas tenemos la capacidad de cortocircuitar esa relación Me siento estresado-Me enciendo un cigarrillo (ya hablaré en otra entrada sobre el libre albedrío). Pues bien, alguien que consiguió dejar de fumar temporalmente porque se ayudó de los parches de nicotina puede ser que pasado un tiempo vuelva a estar bajo alguno de los desencadenantes antes mencionados y decida encenderse un pitillo de modo que entran en un círculo en el que van sustituyendo, de un modo constante, una cosa por otra para huir del malestar y volviendo una y otra vez al hábito que anhelan dejar.
Asimismo, podemos observar este fenómeno en aquellas personas que no queriendo sentir desamor, soledad o indiferencia enlazan una relación afectiva con otra, al igual que Tarzán, quién se aferraba con fuerza a una liana y no la soltaba hasta que tenía bien agarrada otra con el propósito de no caer el vacío. Sin duda a Tarzán le funcionaba a no partirse la crisma mientras se desplazaba por la selva pero y a ti ¿realmente te ayuda funcionar de esta manera?. Es decir, enlazar una relación con otra tal vez te ayuda a corto plazo a no caer en ese vacío y soledad tras una ruptura pero no te permite crear relaciones edificantes y satisfactorias. El problema no son esas parejas con las que mantienes una relación, sino el dejarte llevar por tu desesperación y la fuerza de la costumbre de no detenerte a meditar qué quieres realmente para ti. Aquí radica realmente tu problema, pues elegir desde la desesperación no resulta ser una política de vida muy acertada.
Si estás leyendo este post y consideras que realmente quieres dejar definitivamente de optar por ese uroboros terapéutico, sustituyendo el cigarro por comida o por chicles, a Juan por Pepe (ya sabemos lo que dice el refranero “la mancha de mora con mora se quita”), o el ansiolítico por la tila, te animo a que sigas leyendo las entradas que escribiré próximamente.
Interesante artículo en el que extraigo, que los atajos no traen nada bueno y debemos eliminar todos nuestros uoroboros, para encontrarnos y conocernos a nosotros mismos. Me ha gustado mucho. Un saludo Dr. Quirosa.
Muchas gracias Manuel, me alegra que te haya gustado. Saludos
Muy interesante la analógica entre el Uroboros y la evitación experiencial, en tanto a lucha cíclica e inútil, aunque en el caso de del miedo a la soledad, en el contexto de relaciones íntimas, además del aprendizaje relacional que plantéas (siguiendo la RFT), yo añadiría los problemas en la formación del Yo, ya que va a depender también del número y tipo de unidades funcionales estén bajo control privado; a mayor cantidad de unidades bajo control público mayores serán los problemas de dependencia emocional y más fuerte se muerde la cola el Uroboros.
Muchas gracias David; ciertamente la formación del Yo va a jugar un papel clave a la hora de tener una vida más basada en control público o reglas pliance (v.g. miedo a desagradar o un ocio más dependiente de los demás) frente a un control más privado y sensible a contingencias naturales y reglas tracking además de augmentals con una vida al servicio de los valores.
Magnifícamete explicado .
“No hay atajo sin trabajo”
Magnifícamente explicado
“No hay atajo sin trabajo”
Muchas gracias Mercedes, me alegra saber que te ha gustado. Hasta pronto